Mi Ello, Yo y Superyó empezaron a pelearse para ver quién se hacía cargo de mis actos. Discutieron bastante pero no pudieron llegar a un acuerdo. El Ello no paraba de poner el acento en mis impulsos y deseos. El Yo siempre apuntaba a mi equilibrio, como si estuviera en una cuerda floja intentaba balancearme. Y mi Superyó no paraba de hablar de moral, consciencia y reglas sociales.
Con mucha paciencia, trate de explicarles que era yo quien conciente o inconcientemente los ponía en papeles protagónicos o secundarios. En algún escenario, probablemente el Ello era siempre el protagonista y en otros tal vez prefería que a ese lugar lo ocupara el Yo.
La cosa que no se entendían muy bien y cada uno se basaba en argumentos diferentes. Los minutos pasaban y el debate me parecía cada vez más divertido, es más, hasta empecé a preguntarme quién ganaría el duelo de mi propia vida ¿Mi Ello, Yo o Superyó?
Al Ello lo veía con cierto encanto. Es mi parte primitiva, desorganizada e innata. Como diría Freud es el motor de nuestros pensamientos y todos más de una vez nos dejamos llevar por el principio del placer, desconociendo las demandas de la realidad. A mí particularmente me gusta ese mundo lleno de contradicciones donde está lo ilógico, lo irracional. Me genera curiosidad e intriga. (¿Será que le estoy dando demasiado protagonismo?)
Firme y decidido mi Ello peleó por mis deseos pero mi Yo y mi Superyó arremetían con argumentos más racionales. Y sí, no podía negar que a mi Yo le debía unas cuantas. Él está siempre atento y me baja a Tierra más de una vez. Trata de que cumpla mis metas y deseos pero de manera realista. Tiene como un poder especial dentro de mi mente y me prende la luz roja en el tablero cuando los deseos y los instintos quieren apoderarse de mí. En esos estados de alerta me dice “ahora debe decir esto…”, “ahora deberá salir”....
Y entre tanto Yo y Ello rondaba el Superyó, no gritaba pero se sentía su presencia y hablaba de los pensamientos morales y éticos, de eso que se llama "conciencia moral" y de lo que se debe hacer.
Pasaron las horas y no se pusieron de acuerdo. En un momento, el Ello hasta estaba dispuesto a negociar cuatro horas del día para que me dejara llevar únicamente por mis deseos pero no funcionó, el Yo y el Superyó se negaron.
Y acá estoy yo cargando con mi YO, SUPERYÓ Y ELLO. Confieso que los tres me retan bastante seguido. No es sencillo convivir con ellos, son tan diferentes pero creo que no puedo resignar a ninguno. Los tres me hacen falta para transitar este loco mundo.
Con mucha paciencia, trate de explicarles que era yo quien conciente o inconcientemente los ponía en papeles protagónicos o secundarios. En algún escenario, probablemente el Ello era siempre el protagonista y en otros tal vez prefería que a ese lugar lo ocupara el Yo.
La cosa que no se entendían muy bien y cada uno se basaba en argumentos diferentes. Los minutos pasaban y el debate me parecía cada vez más divertido, es más, hasta empecé a preguntarme quién ganaría el duelo de mi propia vida ¿Mi Ello, Yo o Superyó?
Al Ello lo veía con cierto encanto. Es mi parte primitiva, desorganizada e innata. Como diría Freud es el motor de nuestros pensamientos y todos más de una vez nos dejamos llevar por el principio del placer, desconociendo las demandas de la realidad. A mí particularmente me gusta ese mundo lleno de contradicciones donde está lo ilógico, lo irracional. Me genera curiosidad e intriga. (¿Será que le estoy dando demasiado protagonismo?)
Firme y decidido mi Ello peleó por mis deseos pero mi Yo y mi Superyó arremetían con argumentos más racionales. Y sí, no podía negar que a mi Yo le debía unas cuantas. Él está siempre atento y me baja a Tierra más de una vez. Trata de que cumpla mis metas y deseos pero de manera realista. Tiene como un poder especial dentro de mi mente y me prende la luz roja en el tablero cuando los deseos y los instintos quieren apoderarse de mí. En esos estados de alerta me dice “ahora debe decir esto…”, “ahora deberá salir”....
Y entre tanto Yo y Ello rondaba el Superyó, no gritaba pero se sentía su presencia y hablaba de los pensamientos morales y éticos, de eso que se llama "conciencia moral" y de lo que se debe hacer.
Pasaron las horas y no se pusieron de acuerdo. En un momento, el Ello hasta estaba dispuesto a negociar cuatro horas del día para que me dejara llevar únicamente por mis deseos pero no funcionó, el Yo y el Superyó se negaron.
Y acá estoy yo cargando con mi YO, SUPERYÓ Y ELLO. Confieso que los tres me retan bastante seguido. No es sencillo convivir con ellos, son tan diferentes pero creo que no puedo resignar a ninguno. Los tres me hacen falta para transitar este loco mundo.
2 comentarios:
INCREIBLEE.
TARDE PERO SEGURO!!
MUY BUENO, EL MEJOR QUE ME HICISTE LEER.
QUE DISCORDIA Q TENEMOS NO?-
PARA PENSARLO.
BESOS HERMAN.
Muy bueno y loco lo que escribís! no dejás de sorprenderme nena!
Besoooooo
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