Le llamaban la atención sus ojos. Tenían cierto aire de melancolía y de soledad. Cada mañana se sentaba a la misma hora en un banco de la plaza San Martín y no hacía más que mirar el horizonte.
A veces la vorágine de su rutina la detenían sólo para saber si él estaba. No sabía nada de él sólo que era un hombre de unos 70 años, canoso, elegante y que por sobre todas las cosas le trasmitía paz.
Día tras día lo miraba y seguía viaje. Un día pensó que estaría bueno saber más de él y se sentó a su lado. Él no le dirigió la palabra y permaneció inmóvil mirando el horizonte. Ella lo observó pero no supo qué decirle y si bien no le habló lo sintió cerca.
Durante siete días se tomó cinco minutos para acompañarlo pero él nunca pronunció palabras a pesar de que sus ojos parecían decirle algo.
Y así pasaron días, semanas y meses hasta que un día aquel desconocido conocido la miró a los ojos y le dijo gracias. Desde ese día nunca más lo volvió a ver, no sabe qué será de él pero se sigue sentando en el mismo banco, a la misma hora y durante cinco minutos se dedica a mirar el horizonte y a no olvidar esa mirada melancólica y de soledad que aún sigue presente pese a su ausencia.
A veces la vorágine de su rutina la detenían sólo para saber si él estaba. No sabía nada de él sólo que era un hombre de unos 70 años, canoso, elegante y que por sobre todas las cosas le trasmitía paz.
Día tras día lo miraba y seguía viaje. Un día pensó que estaría bueno saber más de él y se sentó a su lado. Él no le dirigió la palabra y permaneció inmóvil mirando el horizonte. Ella lo observó pero no supo qué decirle y si bien no le habló lo sintió cerca.
Durante siete días se tomó cinco minutos para acompañarlo pero él nunca pronunció palabras a pesar de que sus ojos parecían decirle algo.
Y así pasaron días, semanas y meses hasta que un día aquel desconocido conocido la miró a los ojos y le dijo gracias. Desde ese día nunca más lo volvió a ver, no sabe qué será de él pero se sigue sentando en el mismo banco, a la misma hora y durante cinco minutos se dedica a mirar el horizonte y a no olvidar esa mirada melancólica y de soledad que aún sigue presente pese a su ausencia.
3 comentarios:
Muy bueno, es increible como podemos ayudar a las personas sin hacer grandes cosas, aun sin conocerlas y sin siquiera (quizas) tener la intencion...y como siempre digo...todo vuelve...ella ayudo y a ella la ayudaron...ahora por lo menos frena su vida por 5 minutos. Es fundamental parar y mirar...si seguimos caminando y caminando sin "mirar" quien sabe donde podemos ir a parar...no?
Beso Pau
Que importante que es mirar no? cuanto regala uno a traves de la mirada. Podrias escribirte algo acerca de la diferencia entre mirar y ver...
no te vi ayer. Hoy no te duermas que cuando vuelvo de juan mateamos. AAA aunque la psicologa me dije q el mate es lo q me mantiene despierta y me produce insomnio... sos vos la culpablee herman..jaja
besos. hasta la noche
hablaria justo sin saberlo de lo mismo que debo...
no hace mucho mas que un rato que me di cuenta la diferencia entre ver y mirar.- hasta cuando las pronunciamos ya suenan distinto y se hacen diferenciar
ver...
mirar...,
aparentemente son verbos que significarian lo mismo pero llevarlos a la accion implican otra cosa.. vivimos viendo pero pocos segundos del dia nos detenemos a mirar..hoy sin ir mas lejos, me detuve a ver como el que no tiene demasiado le da de si al que tiene poco mas que nada ,una moneda,una estacion,en una tarde , y una sonrisa y atras la mia contagiandose mientras yo miraba otros veian... el reloj?
si tendria que desear algo desearia que todos absolutamente todos Te dEVuElVaN lA miRaDa...
nAdItA
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