
Somos seres complejamente simples.
Vulnerables y acorazados.
Afligidos y felices.
Tanto y nada al mismo tiempo.
Seres que buscamos refugio en lo más simple como en una hamaca de una plaza.
Seres que sentimos que es ese vaivén constante el que nos cobija,
el que nos hace volar o al menos imaginar que lo hacemos,
el que nos permite ilusionarnos y mirar el cielo de manera distinta.
Somos deseantes y soñadores.
Gigantes y pequeños.
Seres que de vez en cuando necesitamos mecer las tristezas. Las alegrías. Los desencuentros y hasta a nuestra propia felicidad.
A veces estamos así... Solos en una plaza meciendo nuestra propia vida.
Escuchando los ecos de la infancia, las sonrisas más genuinas, las risas más pícaras y atrevidas que en ese vaivén constante podemos escuchar y nos hacen saber que siempre nos acompañan.
Vulnerables y acorazados.
Afligidos y felices.
Tanto y nada al mismo tiempo.
Seres que buscamos refugio en lo más simple como en una hamaca de una plaza.
Seres que sentimos que es ese vaivén constante el que nos cobija,
el que nos hace volar o al menos imaginar que lo hacemos,
el que nos permite ilusionarnos y mirar el cielo de manera distinta.
Somos deseantes y soñadores.
Gigantes y pequeños.
Seres que de vez en cuando necesitamos mecer las tristezas. Las alegrías. Los desencuentros y hasta a nuestra propia felicidad.
A veces estamos así... Solos en una plaza meciendo nuestra propia vida.
Escuchando los ecos de la infancia, las sonrisas más genuinas, las risas más pícaras y atrevidas que en ese vaivén constante podemos escuchar y nos hacen saber que siempre nos acompañan.