jueves, 25 de junio de 2009

Somos tantas cosas...


Somos seres complejamente simples.
Vulnerables y acorazados.
Afligidos y felices.
Tanto y nada al mismo tiempo.
Seres que buscamos refugio en lo más simple como en una hamaca de una plaza.
Seres que sentimos que es ese vaivén constante el que nos cobija,
el que nos hace volar o al menos imaginar que lo hacemos,
el que nos permite ilusionarnos y mirar el cielo de manera distinta.
Somos deseantes y soñadores.
Gigantes y pequeños.
Seres que de vez en cuando necesitamos mecer las tristezas. Las alegrías. Los desencuentros y hasta a nuestra propia felicidad.
A veces estamos así... Solos en una plaza meciendo nuestra propia vida.
Escuchando los ecos de la infancia, las sonrisas más genuinas, las risas más pícaras y atrevidas que en ese vaivén constante podemos escuchar y nos hacen saber que siempre nos acompañan.

martes, 23 de junio de 2009

¿Cómo deshacernos de lo que no existe?

De lo que no tiene presencia pero nos duele.
De la melancolía crónica.
De la felicidad aparente.
De las lágrimas sin motivo.
De lo que no encontramos.
De lo que no estuvo.
De lo que no está.
De los sueños que no concretamos.
De las utopías que no quisimos creer.
De los deseos que no pedimos.
¿Cómo es deshacernos de lo que no existe?
Del vacío.
De la soledad.
De la ausencia.
De aquello que ni siquiera fue recuerdo.
Cómo llenar esa no existencia... cómo navegar en esa nada sin razón.

jueves, 18 de junio de 2009

. . .

Nadie le dijo que habría días como estos, días extraños sin duda...
Está desencantada.
Se le fueron las ganas, las manías y los berrinches.
Se le borró la sonrisa y la melancolía no para de perseguirla.
Se quiso esconder de la tristeza pero no pudo... a los dos minutos le cantó piedra libre.
Las lágrimas le brotan peor que las flores en primavera y nada le quita su angustia.
Hace días, la traba el desamparo, el desamor y la espera.
Se le acabaron los silencios.
Se quedó vacía hasta de consuelos.
Tal vez, recupere su encanto pronto o será que uno se puede acostumbrar a vivir desencantada....
Algunos dicen que es sintómatico. Que es cuestión de tiempo.
Quizás, sólo le quede soportar los síntomas y como quien quiere la cosa algún día se van...

sábado, 13 de junio de 2009

¿Por dónde empezamos?


... Y se compraron un perro juntos.

martes, 9 de junio de 2009

La película de la vida


A veces nos quedamos sin señal.
Nos cortan la película en la mitad de la historia o lo que es peor cuando hacía dos minutos que había empezado. Sí, y encima seguramente el tiempo fue suficiente como para que nos enganchemos con la trama.
Y ahí estamos nosotros, tratando de reconectar la imagen.
A veces nos quedamos sentados sin hacer nada,
nos tiramos en el sillón con un buen chocolate esperando que la imagen se restablezca sola o nos acurrucamos bajo las sábanas hasta que finalmente se disponga a volver y sino vuelve... por algo será, no?
Tal vez porque no teníamos que verla,
o quizás porque no era el momento indicado. El tiempo justo. Vaya uno a saber.
A veces es nuestra película favorita la que se interrumpe.
La que vimos más de una vez pero no nos cansamos de hacerlo.
La que vemos aunque sabemos cómo empieza y cómo termina.
La que esperamos la escena que nos hace reír y lloramos como la primera vez en esa parte que nos eriza la piel como aquel primer día.
A veces la película es de terror
Otras es una comedia.
O por qué no un drama, si la vida misma muchas veces lo es.
No sé... a mí siempre me gustaron las películas tristes.
Creo que las lágrimas me llenan más que la risa...
Sin embargo, hay algunas películas que no se repiten.
Que son únicas e irrepetibles.
Que no admiten segundas partes.
Son las que no van a volver a pasar la semana que viene ni el mes que viene.
Las que no conseguís en el video porque no las editaron.
Las que se reservan sólo para unos pocos.
Son películas que no te querés perder.
Las que nunca te vas a cansar de halagar.
Esas son las que esconden las mejores historias y seguro son las de más bajo presupuesto.
Las que quedan en nuestra memoria con el correr del tiempo porque supieron enamorarnos como pocas.
... Las que nunca miro son las películas que no me dicen nada.
Las que no me llegan y como diría China si no te llega... no te llega.
En esas siempre me quedo dormida.
Ah, casi me olvidaba las películas en las que sufro con las locuras de sus protagonistas, generalmente lo que más amo son sus argumentos. La incertidumbre que genera cada escena.
Son esos conflictos que te encantan y que todos juntos hacen una saga increíble.
Aquellos héroes o antihéroes que aprendés a disfrutar pese a sus consecuencias.
Son personajes que se comen la película por su encanto o su locura.
Y sí, vamos! no nos engañemos, muchas veces amamos al malo de la historia.
Nos enamoramos del cínico de la película.
Del más jodido.
Ese que es mejor perder que encontrar.
En fin, me quedé sin señal...
Me cortaron la película cuando la historia apenas comenzaba y me parece que era de esas que no vas a poder ver la semana que viene. De esas que te enamoran...
Y bue... acá estoy tratando de reconectar la imagen y sino puedo me quedaré acurrucada debajo de las sábanas esperando que la señal se restablezca sola cuando realmente lo desee... espero que pronto.

domingo, 7 de junio de 2009

La vi llegar cargada de bolsas. Apareció con latas de leche condensada y 8 tabletas de chocolate. Un paquete de harina, tres de azúcar y cuatro docenas de huevos. Mientras abría la puerta de su casa me invitó a pasar. No éramos de hablar mucho. Antonia era simple y de pocas palabras. Era de esas mujeres que van por la vida sin matices. No tenía dobleces. Para ella todo era blanco o negro.
Entré y como quien quiere la cosa se puso a cocinar. Tenía una mano especial para la cocina pero me contó que lo hacía sólo en algunas ocasiones. Sí, era llamativo. Sólo cocinaba cuando estaba de malhumor. Me resultó extraño pero no quise ahondar en el tema. Ese día estaba de malhumor.
Antonia estaba enojada. Trinaba de bronca. Quería cambiar las cosas pero no sabía cómo hacerlo. No sé porqué pero me parecía que su enojo guardaba cosas de fondo. Palabras no dichas que la perseguían por dentro. Miradas intrépidas que mezclaban lo banal con lo profundo. Era como si hubiera contenido su ira y la llevaba consigo como cargaba las bolsas del supermercado.
Mientras ponía dos tazas de harina en la cacerola me decía que así de pronto lo iba a dejar ir. Que lo iba a sacar de su vida como quien saca lo que duele. Lo insatisfecho. Lo que no gusta. Lo sinsabor. Lo ácido.
Me decía que un buen punto de partida era tomar conciencia del dolor. De lo que hace mal. Mientras me hablaba revolvía con fuerza. Yo la miraba casi sin entender qué me quería decir. No sabía de quién hablaba ni el por qué de su enojo.
Sus ojos estaban enfurecidos. Era raro verla así. Mientras revolvió el azúcar con los huevos me decía que nunca había conocido a alguien tan jodido. Alguien capaz de mezclar lo dulce con lo amargo.
Mezcló todos los ingredientes y los puso en el horno. Yo sentía quelo estaba cocinando a él . No sé cuáles eran los planes de Antonia pero sé que lo cocinó con todo lo dicho. No había vuelta atrás.
Yo no supe a qué se refería. Me daba la sensación de que prefería mantener reservas de su vida privada. Es como las buenas cocineras que siempre guardan el secreto de una buena receta. Con su vida pasaba lo mismo.
A la hora y media de escucharla Antonia terminó de cocinar. La torta estaba lista y había terminado con su discurso. Se sentó en la mesa pero ya sin su malhumor. Lo había cocinado por completo. Me miró a los ojos y me dijo: “¿Y vos cómo estás?”, y yo por primera vez en mucho tiempo le pude responder: FELIZ. Nunca me voy a olvidar de esa tarde ni de esa respuesta, fue la primera vez que usé esa palabra y sentí lo que realmente significaba para mí.

martes, 2 de junio de 2009

Signos

Dice Barthes: “El enamorado es el semiólogo salvaje en estado puro. Se la pasa leyendo signos. No hace otra cosa: signos de felicidad, signos de desgracia. En la cara de los demás, en sus comportamientos... Está realmente al acecho de los signos”.